Mediante los poderes que adquiere un escritor, ya por fin dotado de pluma, he tenido acceso a la “Conversación de un padre con dos alumnos de la Escuela de Fútbol Base del CD Onda”.
En ella el hijo menor rememora, que ésta que se inicia será la tercera temporada en la Escuela de Fútbol:
- La primera nadie me conocía; la segunda alguien me dijo: “estás aquí porque me han dejado lo que nadie quería…” Y la tercera…
Puede ser que en ocasiones me haya portado mal en los entrenes, y que en algún partido he estado algo despistado, pero siempre he procurado hacerlo lo mejor posible en todas las posiciones que me han hecho jugar, aunque no fueran de mi agrado, y nunca he protestado. Siempre en beneficio del equipo. Los partidos me los tomo muy en serio, y yo creía que eso me sería reconocido.
Y ahora este tercer año…
¿Papa, qué tengo que hacer?
El padre se dirige ahora a los dos hijos -el mayor lleva unos años de adelanto- y les dice:
“Hay que seguir aprendiendo; hacer caso de vuestros entrenadores/as, haciendo las cosas, incluso en los entrenes, en serio; seguir siendo buenos compañeros; pasando el balón y mirar por el bien del equipo ” .
El padre vio como ambos le miraban con una cara de desconcierto y perplejidad. La expresión era tan inequívoca que incluso llegó a pensar: “mis hijos están convencidos que no tengo ni P... idea de lo que les estoy hablando”.
Antes que reaccionara y se dispusiera a redundar en lo mismo, el mayor, como portavoz de ambos y con mayor experiencia le dijo; “eso que tú nos pides es precisamente lo que siempre hemos hecho, y ya ves para lo que le ha servido a él, como a mí en su día…”
" Ya lo sé - dijo el padre - Puede que la culpa de lo que ha pasado sea mía: nunca os he dicho “sois los mejores”, ni he sacado pecho en la grada, ni siquiera cuando vuestra actuación sobresalía, y otros me lo decían. Siempre he huido de la polémica. Nunca he polemizado con los directivos, ni sobre vosotros ni sobre nada. Pero si algo tengo claro es que debéis seguir así de humildes, que vuestra recompensa llegará. Vuestros méritos serán reconocidos - como ya los reconocemos el padre y la madre- por todos, también por vuestros entrenadores, vuestros compañeros, sus padres y madres".
Para mí, como escritor con pluma, queda claro que este padre recibió su educación en el seno de una familia sólida y humilde, y bajo el paraguas del nacional/catolicismo imperante en aquella época.
Don Adolfo Marsillach – este sí con pluma merecida- se divirtió enredando con la expresión “La honradez recompensada” y el censor de la época pretendía añadir, a tan esperanzadora frase, la coletilla “siempre en España”. Así se enzarzaron en una cómica trifulca que llegó hasta nuestros días y trasciende con mucho al nacional/catolicismo, a la comicidad y por supuesto a España. Es un serio dilema de la humanidad.
Los nuevas tendencias filo-sofitas dicen que éste es un deporte de listos en una época de listos, concediendo a la marrullería, la astucia y la artimaña valor puntuable. Luego cuando todos esos listos sobresalientes llegan a cadetes o juveniles, la listeza, como ya habían hecho siempre, la utilizan en su propio y exclusivo beneficio, y los vestuarios –a veces ya en edad infantil-, se tornan ingobernables. Este deporte es para listos y debiera ser también en parecida proporción para honestos que pudieran ver su honradez recompensada.
Si pudiera mezclar mi pluma a la de su padre y emerger en la conversación privada sin interrumpirla les diría a estos dos alumnos de la Escuela de Fútbol Base del CD Onda, que su padre si tiene idea, así sin calificativos, y su consejo es a medio y largo plazo rentable.
Pero mientras tanto, en este corto plazo que es el inicio de la nueva temporada, a quien decide la composición de los equipos, le ha resultado más ventajoso tomar la decisión tomada, que priva, al hijo menor de quien me ha participado la historia, de compartir recompensa, pese a tener méritos, como mínimo, idénticos.
Esta historia, con diferentes matices, se podrá aplicar a un gran número de alumnos y alumnas del deporte planetario, pero ha pasado aquí, me la han contado, y os la quería contar.
En ella el hijo menor rememora, que ésta que se inicia será la tercera temporada en la Escuela de Fútbol:
- La primera nadie me conocía; la segunda alguien me dijo: “estás aquí porque me han dejado lo que nadie quería…” Y la tercera…
Puede ser que en ocasiones me haya portado mal en los entrenes, y que en algún partido he estado algo despistado, pero siempre he procurado hacerlo lo mejor posible en todas las posiciones que me han hecho jugar, aunque no fueran de mi agrado, y nunca he protestado. Siempre en beneficio del equipo. Los partidos me los tomo muy en serio, y yo creía que eso me sería reconocido.
Y ahora este tercer año…
¿Papa, qué tengo que hacer?
El padre se dirige ahora a los dos hijos -el mayor lleva unos años de adelanto- y les dice:
“Hay que seguir aprendiendo; hacer caso de vuestros entrenadores/as, haciendo las cosas, incluso en los entrenes, en serio; seguir siendo buenos compañeros; pasando el balón y mirar por el bien del equipo ” .
El padre vio como ambos le miraban con una cara de desconcierto y perplejidad. La expresión era tan inequívoca que incluso llegó a pensar: “mis hijos están convencidos que no tengo ni P... idea de lo que les estoy hablando”.
Antes que reaccionara y se dispusiera a redundar en lo mismo, el mayor, como portavoz de ambos y con mayor experiencia le dijo; “eso que tú nos pides es precisamente lo que siempre hemos hecho, y ya ves para lo que le ha servido a él, como a mí en su día…”
" Ya lo sé - dijo el padre - Puede que la culpa de lo que ha pasado sea mía: nunca os he dicho “sois los mejores”, ni he sacado pecho en la grada, ni siquiera cuando vuestra actuación sobresalía, y otros me lo decían. Siempre he huido de la polémica. Nunca he polemizado con los directivos, ni sobre vosotros ni sobre nada. Pero si algo tengo claro es que debéis seguir así de humildes, que vuestra recompensa llegará. Vuestros méritos serán reconocidos - como ya los reconocemos el padre y la madre- por todos, también por vuestros entrenadores, vuestros compañeros, sus padres y madres".
Para mí, como escritor con pluma, queda claro que este padre recibió su educación en el seno de una familia sólida y humilde, y bajo el paraguas del nacional/catolicismo imperante en aquella época.
Don Adolfo Marsillach – este sí con pluma merecida- se divirtió enredando con la expresión “La honradez recompensada” y el censor de la época pretendía añadir, a tan esperanzadora frase, la coletilla “siempre en España”. Así se enzarzaron en una cómica trifulca que llegó hasta nuestros días y trasciende con mucho al nacional/catolicismo, a la comicidad y por supuesto a España. Es un serio dilema de la humanidad.
Los nuevas tendencias filo-sofitas dicen que éste es un deporte de listos en una época de listos, concediendo a la marrullería, la astucia y la artimaña valor puntuable. Luego cuando todos esos listos sobresalientes llegan a cadetes o juveniles, la listeza, como ya habían hecho siempre, la utilizan en su propio y exclusivo beneficio, y los vestuarios –a veces ya en edad infantil-, se tornan ingobernables. Este deporte es para listos y debiera ser también en parecida proporción para honestos que pudieran ver su honradez recompensada.
Si pudiera mezclar mi pluma a la de su padre y emerger en la conversación privada sin interrumpirla les diría a estos dos alumnos de la Escuela de Fútbol Base del CD Onda, que su padre si tiene idea, así sin calificativos, y su consejo es a medio y largo plazo rentable.
Pero mientras tanto, en este corto plazo que es el inicio de la nueva temporada, a quien decide la composición de los equipos, le ha resultado más ventajoso tomar la decisión tomada, que priva, al hijo menor de quien me ha participado la historia, de compartir recompensa, pese a tener méritos, como mínimo, idénticos.
Esta historia, con diferentes matices, se podrá aplicar a un gran número de alumnos y alumnas del deporte planetario, pero ha pasado aquí, me la han contado, y os la quería contar.





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